Por Alicia Herrero, miembro de Equipo Centro.
La autora recoge en este artículo las conclusiones del coloquio del Cine-forum del 2 de marzo de 2018 donde se proyectó la película «La vergüenza» y las enriquece con su propia investigación teórica y su quehacer profesional.
 
Las personas interesadas en aumentar su familia a través del acogimiento y/o adopción han de atender a multitud de aspectos en relación a las necesidades del menor. Las exigencias externas son tantas que, ante ellas, las propias necesidades de los adoptantes quedan desplazadas y, por tanto, no escuchadas y no atendidas. Estas personas experimentan un fuerte movimiento emocional que suele quedar en la intimidad de la pareja (o individuo adoptante) y, en muchas ocasiones, inconsciente para ellas mismas.
 
La Ley de protección del menor en materia de adopción establece lo siguiente en relación a las características que han de poseer los futuros cuidadores: ”Se entiende por idoneidad la capacidad, aptitud y motivación adecuadas para ejercer la responsabilidad parental, atendiendo a las necesidades de los menores a adoptar, y para asumir las peculiaridades, consecuencias y responsabilidades que conlleva la adopción”. Y en artículos posteriores intenta especificar los numerosos requerimientos técnicos que los adoptantes tendrán que reunir.
El cumplimiento de las condiciones que supuestamente hacen a los candidatos idóneos para la adopción supone una importante exigencia para ellos. Cuando éstos asumen el modo “pasar el examen”, éste es su único objetivo. Cualquier atisbo de duda o de conflicto no resuelto es vivido como un fallo, como un error que restará aciertos a su candidatura, y que pondrá en peligro su proyecto vital tal y como ellos lo habían concebido.
Las personas que esperan les sea asignado un menor para su acogimiento y/o adopción tratan de evitar todo aquello que pueda suponer un impedimento. Y así, evitando sus temores y escondiendo sus conflictos, esperan poder obtener el tan deseado Certificado de Idoneidad, sin darse cuenta de que la evitación y falta de consciencia sobre su elevada exigencia, a la larga, les va a dificultar más que facilitar la vinculación con el menor al haber escogido una “desvinculación” con una parte importante de sus propias necesidades y emociones.
 
Algunos adoptantes se sienten injustamente tratados y argumentan que las personas que alcanzan la parentalidad concibiendo y gestando a sus hijos, a diferencia de ellos mismos, no están sometidas a ningún tipo de requerimiento; y que si lo estuvieran, muchos de ellos probablemente no superarían la prueba. Si bien puede entenderse que tanta presión les despierte esta queja, es necesario darnos cuenta de que los menores que van a ser adoptados necesitan que alguien elija por y para ellos. Ésta es la función de las Entidades Públicas de protección de menores: garantizar el derecho del menor a tener una familia y que ésta reúna las mejores condiciones para él. Debemos tener presente que el Acogimiento y la Adopción son recursos pensados para satisfacer el derecho de los menores y no el deseo de los adultos que se ofrecen para ello.
 
La película de David Planell, La Vergüenza (2009), nos presenta una pareja –Lucía y Pepe- en el momento en el que deben decidir adoptar a Manu, el niño de 8 años que acogieron hace unos meses. Sus miedos, dudas y conflictos latentes parecen justificar el que tanto los Servicios Sociales como nosotros –los espectadores- nos cuestionemos su idoneidad para adoptar a Manu.
Cartel "La vergüenza"
Sin embargo, cuando esta pareja entra en contacto con sus sentimientos más íntimos, cuando puede mirarlos de frente y expresar su realidad, es cuando se deshace el atasco emocional en el que se encontraban inmersos. Y esto hace que algo cambie: un nuevo camino esperanzador se abre ante ellos. Sólo esta consciencia de sí mismos les coloca en el verdadero estado de idoneidad para poder seguir caminando en la dirección que ellos elijan. El contacto y aceptación de sus emociones negadas, el camino de la toma de consciencia que Lucía y Pepe emprenden, modifica nuestra mirada previa, y pasamos a ver en ellos a unos adoptantes suficientemente buenos para Manu.
 
Este proceso que inician Lucía y Pepe es similar al que emprenden tantas personas que acuden a nuestra consulta terapéutica. La Terapia Gestalt impulsa y acompaña procesos de toma de consciencia. Trabajamos desde esta orientación acompañando a personas que necesitan darse cuenta de sus emociones, de sus conflictos internos y de sus recursos creativos para resolverlos. Sólo así las personas recuperan el contacto consigo mismas y la libertad para hacer elecciones conscientes y responsables, para dirigir sus vidas hacia un desarrollo más amoroso de su persona.